Autor: Txetxu Ausín
Resumen: Vivimos una profunda crisis de «crédito». En un contexto de desafección ciudadana hacia la política y de profunda desmoralización en la vida pública, es más necesario que nunca recapitular sobre la dimensión moral del servicio público, que debe rendir cuentas de sus acciones y omisiones como actividad orientada al interés general. Para ello, la ética pública, como ética aplicada a los asuntos del gobierno y de la administración pública, ha desarrollado una serie de instrumentos como los acuerdos internacionales, las entidades de control y vigilancia y los códigos de buenas prácticas. Pero si es fundamental el control social de las prácticas políticas y gubernamentales, en la medida en que las malas prácticas originan la corrupción y, por ende, la desafección ciudadana, no es menos cierto que las herramientas de ética pública pueden convertirse en un fin en sí mismas, sin contribuir a una mejora del servicio público y favoreciendo una suerte de desconfianza pública generalizada y de «administración defensiva». Por el contrario, el robustecimiento de la ética pública debe orientarse a generar confianza, reforzando convicciones, hábitos y cambio de cultura. La confianza es un elemento inherente al quehacer profesional, que genera capital social y sin la cual no puede mantenerse una sociedad compleja.
Palabras clave: servicio público, ética pública, confianza, rendición de cuentas, corrupción, capital social
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